
Elección de pareja y mente inconsciente
Cuando hablamos de una relación vincular entre dos personas sanas y sin desequilibrios importantes, la capacidad de amar, la pasión y la ternura están siempre presentes, pero la forma en la que nos relacionamos, la capacidad de expresar y de integrar estos elementos en cada relación depende de diferentes factores.
Uno de estos factores está relacionado con el nivel de conciencia, con el grado de equilibrio entre la mente más profunda y la mente más superficial.
El poder mantener una relación con un alto grado de intimidad a todos los niveles con otra persona dependerá de que las frecuencias en las que las dos personas vibren se mantengan dentro de un determinado rango de afinidad.
De los estímulos externos que llegamos a percibir en nuestro día a día sólo una pequeña parte de ellos son filtrados por nuestra mente, pasamos a ser conscientes de un pequeño porcentaje de ellos, el resto permanece en unas capas más «profundas», a un nivel más inconsciente.
Cuando elegimos a nuestras parejas, existe una parte de nosotros mismos que es incapaz de perderse un solo detalle (nos referimos aquí a la parte del iceberg que no queda a la vista). Aquí es donde juega un papel importante la mente más profunda, esta mente de la que surgen pensamientos espontáneos, la mente que nos permite vivir desde la serenidad y desde la atención, la mente que nos permite vivir mediante una acción directa y espontánea, sin «filtros» ni condicionamientos de ningún tipo.
Es en estas capas más profundas donde se producen las afinidades o no, donde existen sintonías que vibran al mismo tiempo y al mismo ritmo o que por el contrario, hace que se generen ruidos irreconciliables. Y si no existe cierta sintonía ni afinidad en estas capas profundas que escapan a nuestra mente consciente, uno puede empeñarse en «elegir» a la que será su pareja con su mente más superficial.
Es importante estar muy atento, derramar en cada momento toda la conciencia posible, no resignarse nunca y vivir plenamente el momento, porque es todo lo que tenemos. Si además lo podemos compartir con una persona que «vibra» a una frecuencia similar a la nuestra, seremos pues afortunados.