Crecimiento personal e Identidad.
Crecimiento personal.
Las personas estamos constantemente en proceso, evolucionando, revisando nuestros objetivos y cambiando nuestra mirada sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea a través de nuestras experiencias de vida.
El sentimiento sobre «ser uno mismo» no es estático y estable, ya que la identidad es dinámica y cambiante. Pero esta puede ser más o menos sólida, y aunque toda vida, incluso la más tranquila, esté condenada a actualizarse constantemente, disponer de una identidad madura nos prepara mejor para la adversidad.
La psicoterapia es una herramienta que promueve el conocimiento personal y el fortalecimiento de esta identidad a través de un proceso de crecimiento personal. Uno de los objetivos de la psicoterapia es invitarnos a tomar las riendas de nuestras vidas para ser los verdaderos protagonistas de nuestras decisiones.
El mundo (tanto lo que hay en nuestro interior como el que hay fuera) no existe más que a través de los significados que le damos a nuestras experiencias. Nuestro relato vital nunca es una copia de los acontecimientos que se han vivido, no es más que una interpretación personal, es la versión de que una persona se presenta sobre sí misma.
El hombre nunca tiene acceso a una totalidad interior, sólo conoce una pequeña parte de conciencia que ilumina una parte de lo que es. Si sólo conocemos una pequeña parte de lo que somos y de lo que hacemos, nunca llegaremos a ser verdaderamente autores de nuestra propia existencia, a no ser que nos planteamos algunas preguntas y tomemos conciencia sobre quiénes somos y sobre qué es lo que queremos realmente.
La identidad es como la columna vertebral, si no es fuerte y sólida dependeremos más de los demás. En los bebés, las conexiones nerviosas de la columna vertebral se están aún fortaleciendo y por lo tanto necesitan constantemente de los demás para poder sobrevivir. Cuando somos adultos esta columna vertebral es fuerte y eso nos permite ser autosuficientes, autónomos, no dependemos tanto de los demás, actuamos con seguridad y sabemos bien lo que queremos y lo que nos interesa para irlo a buscar con paso firme.
La identidad que la propia persona construye a través de su experiencia particular es el único medio para acercarse a él mismo. Si esta es suficientemente sólida, no dependeremos tanto de los demás y esto nos hará más libres a la hora de reinterpretar lo que nos va sucediendo.
El problema llega cuando en la edad adulta la identidad no es lo suficientemente fuerte y nos hacemos dependientes de los demás, nos hacemos dependientes de sus comentarios, de sus opiniones y de sus decisiones.
El problema aparece cuando en vez de escucharse a uno mismo, impulsados por esta falta de conocimiento, nos dejamos guiar por los demás. Entonces nos sentimos incapaces de ser nosotros mismos quienes tomamos las riendas de nuestra vida y dejamos de responsabilizarnos por lo que está sucediendo, fuera y dentro de nosotros. Vamos esquivando obstáculos a tientas.
¿Qué ocurre cuando la relación con el mundo hiere al individuo o lo sitúa con una contradicción con lo que piensa sobre sí mismo? ¿Qué sucede cuando la relación con el mundo produce fracturas que modifican drásticamente el sentimiento de «sí mismo» o la «identidad» personal ‘?
Entonces acontece la crisis personal, se generan las rupturas, nuestra identidad empieza a resquebrajarse en mil pedazos.
En la sociedad encontramos ejemplos de esto en los casos del burnout, en las experiencias traumáticas, en un duelo complicado, en una enfermedad grave… El individuo puede entonces dejar de reconocerse como quien era y se rompe la reciprocidad con los otros. El individuo se ve entonces obligado a redefinirse y el mantenimiento de la identidad se convierte entonces en una lucha interior.
En la vida cotidiana, poca gente se formula preguntas sobre lo que es y lo que quiere, normalmente lo plantean aquellos que llegan a tocar fondo, los que han sufrido una ruptura o una desgracia personal.
La supervivencia implica una flexibilidad y un nivel de adaptación a lo que va sucediendo. Uno despliega los propios recursos psicológicos ante la adversidad. El problema desaparece cuando las cosas fluyen con normalidad y el entorno no deja de confirmar que el individuo es quien dice ser. También cuando la persona es lo suficientemente fuerte para decirse a sí misma que es y qué es lo que quiere, y se dice a sí misma que dispone de recursos personales.
La psicoterapia o el crecimiento personal facilitan el proceso para poder tomar consciencia, para iniciar este proceso de construcción de la identidad y de crecimiento personal que en realidad nunca termina. Nuestras vidas se configuran a través de las circunstancias vitales, de lo logrado y de las oportunidades perdidas. Pese hayan personas con identidades más sólidas y maduras que otras, todos pasamos por experiencias vitales que generan grietas que nos obligan a redefinirnos constantemente.
Es importante conocerse a uno mismo, hay que hacerse preguntas. No deberíamos esperar a tocar fondo para iniciarnos en el arte del conocimiento y crecimiento personal, sólo tenemos una vida y es agotador tener que vivir yendo a ciegas esquivando obstáculos.
The Journey (El viaje) – Mary Oliver
One day you finally knew
what you had to do, and began,
though the voices around you
kept shouting
their bad advice – – –
though the whole house
began to tremble
and you felt the old tug
at your ankles.
‘Mend my life!’
each voice cried.
But you didn’t stop.
You knew what you had to do,
though the wind pried
with its stiff fingers
at the very foundations – – –
though their melancholy
was terrible.It was already late
enough, and a wild night,
and the road full of fallen
branches and stones.
But little by little,
as you left their voices behind,
the stars began to burn
through the sheets of clouds,
and there was a new voice,
which you slowly
recognized as your own,
that kept you company
as you strode deeper and deeper
into the world,
determined to do
the only thing you could do – – – determined to save
the only life you could save.
***
El viaje. Mary Oliver (traducida)
Un día supiste por fin
lo que tenías que hacer, y empezaste,
aunque a tu alrededor las voces
seguían gritando
sus malos consejos —
aunque toda la casa
empezó a temblar
y sentiste el antiguo tirón
en los tobillos.
“¡Arréglame la vida!”
gritaba cada voz.
Pero no paraste.
Sabías lo que tenías que hacer,
aunque el viento hurgaba
con sus dedos rígidos
en las bases mismas —
aunque su melancolía
fuese terrible. Ya era bastante
tarde, y una noche salvaje,
y la calle llena de ramas
caídas y de piedras.
Pero poco a poco,
mientras dejabas las voces atrás,
las estrellas empezaron a arder
entre las sábanas de nubes,
y había una voz nueva,
que lentamente
reconociste como tu propia voz,
que te acompañaba
mientras te adentrabas más y más
en el mundo,
decidida a hacer
lo único que podías hacer — decidida a salvar
la única vida que podías salvar.
crecimiento personal
Doctora en Psicología y psicoterapeuta
www.juditmarch.com