Las mujeres que pueden con todo: el síndrome de la mujer perfecta.

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Las mujeres que pueden con todo: el síndrome de la mujer perfecta.

Las personas que me conozcan sabrán que no me gustan las etiquetas, pero esta vez tendré que referirme a un grupo cada vez más numeroso de personas que llegan a terapia, concretamente son mujeres a las que yo llamo las que sufren el «síndrome de la mujer perfecta o de la Supermujer». No se trata de un trastorno ni una enfermedad, no es ni siquiera algo que se tenga que corregir o modificar, sencillamente es un nombre para poder entender una situación generada por la sociedad en la que vivimos, en la que se premia excesivamente el  éxito en todas las facetas de la vida, tanto en el terreno personal como en el profesional.

Son mujeres que deben ser muy buenas en su trabajo, deben ser las mejores madres, las mejores esposas, las mejores amigas, siempre disponibles y siempre anhelando ser la mejor versión de ellas mismas en todos los contextos de la vida, son mujeres orientadas al éxito que presentan dificultades en darse permiso al poderse equivocar o a pensar un poco más en ellas mismas.

Son mujeres que han luchado siempre para conseguir ser valoradas y respetadas por una sociedad cada vez más crítica y exigente con ellas. Se trata de mujeres con un profundo sentimiento de soledad, que sienten que no reciben el apoyo que necesitarían ante una situación complicada, a las que casi nadie les pregunta cómo están o si necesitan algo.

Suelen ser mujeres luchadoras, mujeres cansadas de proponer y de aportar ideas, cansadas de tirar del carro, mujeres con iniciativa tanto en el terreno personal como en el profesional. Son mujeres de todas las edades y de todas las condiciones,  a las que su entorno está acostumbrado a que lleven ellas la iniciativa y que hagan y deshagan a su criterio. Han ido generando en los demás la imagen de poder con todo, adoptando un rol de mujer perfecta, quizá porque no han tenido más remedio que procurar serlo.

Pero cuando estas mujeres ya no pueden tirar más del carro debido a diferentes circunstancias, a causa de una enfermedad o simplemente por agotamiento, entonces tienen que tomar la decisión de detenerse y elegir, porque es imposible tener todo y hacerlo todo muy bien. Y es entonces cuando aparece el miedo a perder la condición de ser «mujer perfecta» y tienen que dejar de mirarse en el espejo de su «imagen ideal», una imagen y un rol que se ha ido forjando a lo largo del tiempo en su imaginario y en el de los demás. Es entonces cuando pueden aparecer los monstruos de la ansiedad y de la depresión.

«Date prisa, tú puedes con todo, hazlo perfecto, no te equivoques, podrías hacer más, no pares, no descanses…»

A menudo estos son mensajes que nos sabotean en nuestro día a día y que pisan al niño interior que todos tenemos dentro, el niño que grita desesperadamente para que se le haga caso, para que se le deje respirar, el niño que necesita ser cuidado, que necesita que se le dé permiso a equivocarse. Hay que decirle a nuestro niño interior que se le querrá aunque falle, pues el amor que sentimos hacia nosotros mismos debería tratarse de un amor incondicional.

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Estas mujeres que yo digo que padecen el «síndrome de la mujer perfecta» luchan constantemente por lograr todo lo posible de una manera perfecta y no han aprendido a ponerse a ellas mismas como a una prioridad. La mayoría de las veces no tienen el tiempo o la energía para dedicarse a ellas mismas. Incluso cuando disponen de tiempo, pueden considerarse egoístas delante del hecho de darse la oportunidad de cuidarse o simplemente proporcionarse a sí mismas un tiempo de descanso en silencio. Las Supermujeres acostumbran a establecer estándares que son anormalmente altos, que están fuera de su alcance o de lo razonable. Tienden a esforzarse hacia objetivos imposibles y tienen la tendencia a medir su autoestima en términos de productividad y de logros tangibles. Desafortunadamente, al hacerlo, estas Supermujeres están generando más estrés en sus vidas y multiplicando las posibilidades de desarrollar problemas psicológicos como la ansiedad o la depresión.

Nadie quiere ser mediocre o promedio. Así, la “mujer perfecta” se siente orientada en sobresalir, entonces el ciclo comienza: Una vez que sobresalen en un área, no están satisfechas hasta que sobresalen en otra área. Cuando no pueden sobresalir en todos esos ámbitos su autoestima disminuye y el Síndrome se presenta en síntomas físicos, psicológicos o interpersonales.

Hay que aprender a decir que no, se debe de aprender a pedir ayuda, a no quererlo controlar todo. Debemos de aprender a prestarle atención a aquella niña que tuvo que salir adelante, que tuvo que cuidar de sus padres cuando no tocaba, que fue más madura y responsable que el resto. Hay que aprender a mirar a la niña, a cuidarla y a mimarla.

Estas mujeres a las que yo digo que sufren el «síndrome de la mujer perfecta» muy a menudo son las críticas, las innovadoras., siempre luchando … todo luchador necesita su hora de descanso, porque incluso la persona más fuerte necesita descansar. Y yo les digo que las entiendo, que sé lo que cuesta, que entiendo su soledad, porque yo también soy una luchadora.

Para poder entregar  nuestra energía a la gente cercana, a los proyectos que nos apasionan o a los retos que nos estimulan, en definitiva, para podernos entregar a todo lo que da sentido a nuestra vida es necesario descansar, es importante saber en todo momento que la energía es limitada, y sobre todo, es importante tomar conciencia de que somos seres válidos y dignos de ser queridos sin necesidad de ser los mejores en todo, aun en esos momentos en los que nos reconozcamos como navegantes surcando en las aguas de la mediocridad.

Judit March fuentes

Dra. en Psicología Clínica y de la Salud, Psicoterapeuta.


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Judit March

Dra. en Psicología Clínica y de la Salud. Terapia individual y de pareja.

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